En Ancud y en general en Chiloé abundan las historias de entierros, y de las fortunas que de la noche a la mañana han adquirido quienes los vieron y siguieron la pista para encontrar las riquezas enterradas por los españoles en los años cuando el archipiélago fue incorporado a la república o comerciantes que no encontraron mejor forma de guardar su dinero y perdieron su dinero sin revelar su secreto. Es la noche de San Juan cuando en mitad del campo, entre la lluvia se ven llamas que se encienden y se apagan indicando el lugar donde está sepultado el tesoro. Si la llama es roja el entierro es de oro, si la llama es blanca el entierro es de plata, cuando arden tres llamitas como “cauquiles”, son huesos de gentiles.
La gente cuenta que existen entierros que arden y entierros que suenan. Existe un tesoro en el lugar donde se escuchan ruidos subterráneos, cadenas que son arrastradas, golpe de martillos contra metales, y voces de ultratumba. No cualquiera puede descubrir un entierro, sólo las personas afortunadas pueden ver las visiones o escuchar los ruidos, y descubrirlos, y no en cualquier época. Ellos aparecen en los novilunios y con presencia en la noche de San Juan. Al conocer la existencia de un entierro se recomienda llevar una vela encendida, la que indicará el lugar donde se encuentra. Allí se deja la vela que comienza a hundirse en la tierra como llevada por una mano invisible.
¿Cómo sacar el entierro?
Para sacar un entierro no hay que tener nada bendito, porque entonces el tesoro no se entrega, desaparece. Al desenterrarlo no se debe nombrar a Dios ni a sus santos, porque el entierro cambia de lugar. Lo mejor es colocarse la ropa al revés, y el número de personas debe se impar. Para conseguir fortaleza y valentía en la mala hora cuando comienzan a salir las visiones de ultratumba, esqueletos, culebras y otros espantos, conviene llevar una botella de aguardiente. También recomiendan hacer Pilatos (nudos) en un pañuelo blanco, y lanzarlo hacia el lugar de donde emanan las visiones, las que no pasarán del lugar donde haya caído el pañuelo.
Las visiones, y lo que se puede hacer, y no hacer
Estas consisten en la aparición de animales monstruosos, culebras, esqueletos, ruidos de cadenas, golpes de seres semitransparentes, sonidos subterráneos de objetos arrastrándose, llantos y lamentos de almas “en pena”. Si con el susto que provocan las visiones se nombra a Dios o algún Santo, el hoyo del entierro se llena de excrementos. Para borrar las visiones la mujer que está con el grupo debe levantarse las polleras y mostrar sus glúteos desnudos, pero será envuelta por un torbellino de ropas revueltas si ha conocido los placeres del amor. Cuando alguien tenga el coraje de lacear a una de las apariciones, entonces, al amanecer conviene salir a rastrearlo semienterrado, es seguro que allí exista un nuevo entierro.
Al abrir la caja de fierro o destapar el caldero que contiene el tesoro, se debe evitar respirar el vapor de la plata y los gases venenosos de las monedas y joyas enterradas durante siglos. Para no sufrir el efecto de esos gases se debe lanzar un gato o un perro negro al hoyo. Si esto no se hace, quien respire ese gas va a perder la vida en corto plazo.
En Chiloé en época de invierno suele poblarse de visiones y apariciones. Visiones que viajan de Isla en Isla, apariciones que van de casa en casa, regresando del purgatorio a visitar parientes y conocidos, para que estos le otorguen el favor de una misa o de velas encendidas en su nombre.
En algunas oportunidades las apariciones visitan los lugares donde enterraron riquezas y por su avaricia condenaron su alma a permanecer cuidando esos sitios encantados que existen en Yutuy, donde se dice que existen riquezas escondidas bajo dos misteriosas puertas de cemento, en Aituy donde ciertas noches de luna llena seis marineros llegados de ultratumba, caminan por la playa y desaparecen en una caverna inubicable. En Chuit un caballo que nadie a podido ver, se escucha galopar de un extremo a otro en la Isla. En Quiquel, en Tenaún, en Putemún, en Chañihue se cuenta de un tesoro enterrado en paila de cobre o en grandes vasijas de barro, y se habla de los incrédulos que por un quintal de harina o por un barril de chicha o un chuico de vino, y de su desconfianza vendieron la ubicación de un entierro.
Estos tesoros, cuya existencia muy pocos dudan, fueron afanosamente buscados en toda la comuna de Ancud y el archipiélago.
Historias de algunos tesoros escondidos
A comienzos del siglo pasado, don Carmelo Márquez, gastó toda su fortuna buscando el tesoro que enterraron los jesuitas en algún lugar del túnel que nadie ha encontrado. Sin embargo, se cuenta que este túnel comienza en las cercanías de la plaza de armas de Castro, y llega hasta el Río Gamboa donde una enorme piedra parece señalar la entrada.
Aún muchos sueñan encontrar el tesoro que, según la leyenda, el pirata Ñancupel dejó en las Guaitecas oculto bajo la sombra del árbol más alto de la Isla Guamblin. También la leyenda se refiere al tesoro de monedas de oro y plata que los habitantes de Quemchi cuenta que existe en la Isla, a cuyos requeríos se ven llegar barcos fantasmas, y desembarcan marineros llegados del otro lado del mundo, y en la noche de San Juan (23 de junio), se escuchan jaurías de invisibles perros enfurecidos, recorrer de lada a lado la Isla, y de entre los arbustos aparecen enormes culebras con largas lenguas de fuego.